Entre tanto descontrol has
obedecido a cada necedad que he dicho, de mis necedades esta podría ser la
única realmente realista: Bórrame, de verdad, te reto a que lo hagas. Bórrame
como a un garabato en tu vida, bórrame de tu piel, de tus tardes, bórrame
cuando el sol arde, olvídame en tus insomnios, bórrame de tu sonrisa, de tus
manos, bórrame de aquel lugar en el que solíamos sentarnos, de aquel día en el
parque, o de la noche en el bar. Bórrame amor, bórrame como a un error. Te
reto, ya sabes cómo me encanta hacer esto. Borra mi cuerpo sobre el tuyo en mi
habitación, nuestras tardes de películas y nuestros almuerzos compartidos. Fotografías,
cartas, canciones, chocolates. Esconde y tíralo todo antes que me acabe este
último cigarrillo, hazlo y tal vez ganes, has sido un gran jugador. Lo haces
tan bien que podría creer que no me conoces cuando pasas a mi lado y finges que
no me ves, pero vamos, cuando deje caer la colilla será el fin, seguiré sentado
aquí, riendo al verte desesperado, frustrado, cansado, tratando de borrar mi
recuerdo del lugar intocable, tu alma. Allí quedaron marcadas mis garras, tu
alma quedó infectada, y no, no podrás, no podrás hacer nada para curarla. Es
ahí cuando entenderás que huir de todo no siempre funciona, es ahí cuando entenderás
que aunque intentes, no hay forma de escapar de la mierda que llevas dentro,
esa que tarde o temprano comienza a apestar y te pudre, te pudre como no tienes
idea.
Amor, cielo de mi cielo, por si
todavía no captas la única regla del juego: pueda que sea el más iluso de
todos, puedo ser veneno y a veces fuego, tu peor error o tu más grande pérdida
de tiempo, puedo ser quién quiera y nunca más quién tú quieres, pero desde el
comienzo de este amargo existir he tenido claro las cosas que no soy, y además
de no ser a quién pueden domesticar, yo no soy la persona a quién tú podrás
olvidar.