jueves, 10 de septiembre de 2015

Aguas.

Un día, en una horrible despedida, me dijeron que yo, en vez de hacer feliz, hacía pensar. Jamás me había sentido tan devastado como me sentí con aquellas palabras, posteriormente entendí que estaba bien. Que yo no quería hacer a nadie feliz a base de engaños, ni viceversa, yo quería ser real y luchar. Agradecí por eso, a pesar de que todo se hundía y mi barquito llevaba un agujero que dejaba al agua entrar, llegó un momento donde aprendí a nadar, y entonces supe que no necesitaba a alguien recordándome lo que valía, ahora yo lo sabía. Día a día, sabía que salía ahí afuera a luchar por hacer a alguien más pensar, y ese, ese era mi don. Yo no nací para lo fácil, yo amaba sumergirme bajo el agua y nadar hasta llegar a otros puertos, aunque costara, aunque me cansara, aunque me perdiera, aunque volviera a la superficie solo para ver que afuera también llovía ausencia, ira y muchísimo dolor, pero yo reía y volvía a mi destino. Muchas veces me topé con personas que nadaban tratando de llegar a ese puerto, muchos siguen, otros solo se hundieron. Pobres. No saben de lo que se pierden, ver el amanecer sentado en la playa, sentir las olas llegar mansas bajo tu pisada, y la brisa, la brisa calmada. El paraíso se encontraba al final y pocos lo lograban, sin embargo ahí me veo, sentado, respirando, feliz de encontrar mis cartas almacenadas en botellitas de amor, mis cartas que fueron no escritas para cualquiera, mis cartas que fueron escritas por mí y para mí. Estas cartas que cuando esté allá en el final, me recordaran todo lo que alguna vez logré solo para vencer el océano que suelo ser.