viernes, 16 de mayo de 2014

Oscuras profundidades.

La vida no era un océano para mí, yo era un océano para la vida.
Un océano oscuro y profundo,
un abismo que ahogaba a cualquiera que se le acercaba.
Y no importa cuántas veces saliera el sol, siempre volvería a caer la noche
aumentaría mi marea, y mi alma quedaría hecha escombros.

Nadie merecía morir en este océano,
nadie merecía ser ahogado por las olas que no podía controlar.
Lo único que quería era alejarlos, ellos todavía podían salvarse,
porque en busca de ayuda, solo terminaría arrastrándolos a este remolino en el que ya yo estaba hundido,
 y ahí abajo, habían muchos más conmigo,
nosotros los inadaptados, los olvidados y desechados.

Después de todo,
en esta inmensa oscuridad,
entre tantas olas y diluvios,
 nada era seguro,
ni un futuro, ni un pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario