sábado, 3 de enero de 2015

Mi mejor noche.

Siempre creí que sería a los veintidós, como decía aquella canción. Decidí ser paciente, decidí resignarme y no buscarte más, había entendido que simplemente no era mi momento, quiero decir ¿Quién podría fijarse en alguien como yo? Realmente estaba jodido, realmente mi vida no valía la pena, yo no valía la pena, ni el amor, ni las alegrías, no lo valía y estaba bien con eso, o al menos conforme, pero en la noche que menos esperaba apareciste, así como por arte de magia… Siempre estuve gritando mi ‘personalidad salvaje’, siempre estuve llamando la atención de todos sin darme cuenta de que tenía la tuya, fingiendo una corteza que no existía, una corteza que tú derrumbaste, entonces no me importaba nada, el miedo se había ido y ahora estaban tus besos, tus manos, tu cuello y mis labios, y te sentí, realmente te sentí, y por primera vez me sentí a mí mismo estando cómodo con alguien, dando en cada punto clave e inseguro de mi patético ser, era como si estuviera soñando, sentirse tan libre en una noche de besos apasionados, miradas profundas y toques con ternura, así, mientras mis labios desesperados  se encontraban en el intervalo que separaba nuestra respiración, mis manos trataban de tocar tu alma y mi cuerpo nervioso o quizás ansioso se encargaba de devorarte, de retenerte en aquel lugar, pero ¿Y mi mente? Que sorpresa me di al darme cuenta de que seguía aquí, luego sentí lastima de que no pudieras escuchar lo que ahí adentro se hablaba, tan calmado como la luna llena, aquellos pensamientos que me mantenían enfocado en una sola pregunta: ¿Qué canción te dedicaría? Dios, aquel momento necesitaba una canción, pero simplemente no encontré ninguna, ni siquiera las letras que estuve guardando de Elizabeth o de Lieb podrían describir lo que tú y yo vivimos en tan pocas horas. Fue tan efímero, tan placentero y tan lento al mismo tiempo que entonces me dije ¿Es esto real? Quiero decir, ¿tú eras real? Porque tenía el presentimiento de que desaparecerías con la luz del sol, y no te culparía si lo hicieras, de hecho, hubiera sido lo más sensato para ambos, sin embargo, apenas se habían movido las manillas de aquel reloj cuando ya yo estaba seguro de que no quería dejarte ir, porque eras tú lo que yo necesitaba, eras tú por quién recé cada noche antes de dormir, siempre fuiste tú. Definitivamente no eras como yo, no, tú tenías las fuerzas que a mí me faltaban y aunque probablemente no te merecía, no me importaba, no me importó porque te quería para mí, quería que esa noche fuese nuestra por siempre, no me importaba si esa sería la última de mi vida, o la primera, yo solo quería… que tu fueras mi mejor noche. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario