Y por alguna extraña razón,
aquí me encontraba yo, soportándote una vez más, como si ya no hubiera sido
suficiente. Cada conversación era peor, ninguna tenía sentido y todas
terminaban dejándome cada vez más exhausto, de la vida, de este amor vencido
que se había vuelto veneno, estaba malditamente exhausto de ti y tus pésimos
chistes, de tus manías y tu extraño dormir, mis noches esperando que
respondieras y tu desinterés, estaba malditamente harto de verte en la puerta,
siempre dando un paso adelante y otro atrás, quedándote en el mismo lugar, burlándote
de mí, burlándote de nuestros recuerdos que no se han vuelto más que tormentos,
convirtiéndote en un asqueroso títere de tu eterna indecisión hacia la
vida, esa que no te dejaba avanzar y que
te convertía en un triste y patético ser sin futuro ni destino, vaya, mi amor,
que genial se siente llamarte así, de hecho creo que ni siquiera con mis apodos
cursis hacia ti me había sentido tan sincero, y ahora, tengo tantas ganas de
ser sincero contigo, porque como ambos sabemos, tu mereces todo lo mejor, entre
esas cosas la verdad, y no había otra verdad más que esta: pareces una
cucaracha arrastrándote, agonizando, creyendo que tu vida de fantasías te
llevaría a algún lado, temiendo a cada uno de los demonios que te acechaban
hambrientos, ocultándote de todo y huyendo, pero por mi parte, querida escoria
mía, ya me harte de que estés siempre obstruyendo la entrada y salida a mi
vida, así que hoy, decidido y cansado, te ordeno que te vayas, que te vayas a
otros mares, que esta marea ya no te quiere cerca, que no está permitida tu
entrada, te ordeno que vayas a infectar a otros débiles, porque ya yo me cansé
de serlo, era suficiente con ser la sombra de mi familia como para también ser
la tuya, así que desaparece, no volveré a esperar tu lástima o que algún día
veas cuánto daño me haces y te detengas porque se supone que me quieres, vaya a
saber Zeus a quién carajos quieres, es momento de que comience a quererme yo,
es momento de que me preocupe el daño que me haces y que te detenga, que suelte
tu brazo y agarré el mío como solía hacerlo, de borrarte de cada rincón de mí
alma sin compasión alguna, hoy es momento de volar, y te advierto que si
decides quedarte en esa maldita puerta, me lanzaré por la ventana, pueda que
caiga o pueda que vuele, pero no seré yo el que sea aplastado por una casa fría
y vacía, por eso, por eso y por todo lo que vivimos, hoy te digo, que si no
entiendes siempre recuerdes: “algunos lo llamaron egoísmo, yo lo llamé amor
propio.”
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