El vaso está servido, a veces
medio lleno, a veces medio vacío. Está ahí, sobre aquella desordenada y no muy
limpia mesa. Gota a gota, cada cubo de hielo se agota. Todo alrededor callado y
solo, como si nadie más fuera a derramar el agua, o en el mejor de los casos,
tomarla. Sin embargo, se acaba, se acaba y no emana. Afuera es de noche, casi
tan de noche como lo es adentro. Aquí no hay nadie, el salón está vacío y se ve
más lejos, más frío. Tan frío que quema, en los recuerdos, en los lazos rotos.
Una voz ronca que se desgarra a lo lejos, él tiene miedo. En los peores
momentos, ese es su secreto. Él siempre tiene miedo. El agua corre adentro, y
el vaso… El vaso se ha vuelto eterno.
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